V27 / Gracia y Perdón
Juan 8:2-11; “Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba. Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.
En este pasaje Bíblico, el Señor Jesús estaba en el templo enseñando y mientras él hablaba, los fariseos y escribas religiosos le llevan a una mujer que fue sorprendida en el acto del adulterio. Lo hicieron de esta manera con el fin de ponerlo a prueba alegando que la ley Mosaica mandaba a apedrear a tales mujeres. Si decia que no se debía apredrearse a la mujer, lo acusaban de violar la ley de Moisés. Si Jesús les decía para ejecutarla, lo acusaban frente a los romanos, que no permitían a los judíos llevar a cabo sus propias ejecuciones. Jesús con paciencia, se inclina y escribe en la tierra con su dedo (Jn 8:6). No queda claro si Jesús al escribir en tierra sencillamente hacía caso omiso de los acusadores o si hacía una lista de los pecados, o escribía los Diez Mandamientos. Pero al fin, Jesús respondió algo muy interesante: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.
Entonces, uno a uno, comenzando por el más anciano, se retiraron de aquel lugar dejando a Jesús solo con la mujer. Él le dijo: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?” Ella dijo: “Ninguno, Señor”. Entonces Jesús le dijo: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.
Me encanta la respuesta de Jesús a sus acusaciones. La gente esperaba que Jesús castigara, humillara, avergonzara y condenara a esa mujer por su pecado, pero Jesús con una mirada de amor y compasión le ofrece algo diferente, Su Gracia.
Para esta mujer escuchar las palabras: “tampoco yo te condeno”, fue como un bálsamo para el corazón avergonzado de la mujer adultera.
En esta historia podemos ver como se destaca la gracia y el perdón de Dios, quién sin excusar la vida de pecado de esta mujer le da un giro diferente a su vida.
Al igual que la mujer adúltera, todos nosotros en algún momento hemos sentido esa sensación de vergüenza que no nos permite levantar la cabeza, porque también hemos hecho cosas de las que no nos sentimos orgullosos. Sin embargo, al igual que a ella, Dios nos ofrece la oportunidad de abrazar su gracia a través de su hijo Jesús. Y a través de esa gracia nos quita la vergüenza de nuestro pecado. La gracia es un regalo que no merecemos, pero Dios está dispuesto a otorgarnos todos los días de nuestra vida esa gracia, porque nos ama y quiere darle un rumbo diferente a nuestra vida.
Joyce Meyer dijo en una ocasión: “La gracia es Dios haciéndonos un favor llegando con su poder para lograr en y a través de nosotros lo que no merecemos”. Y esto fue lo que Jesús le ofreció a la mujer adúltera y también nos ofrece a nosotros hoy. Jesús no solo perdonó y quitó su vergüenza, sino que también le dio la oportunidad de comenzar de nuevo.
Puede ser que te sientas atrapado en la culpa y la vergüenza, pero recuerda que no hay pecado tan grande que no podamos llevar ante Jesús para recibir su gracia y favor. No importa cuán grande haya sido tu pecado o cuan bajo hayas caído, Jesús está dispuesto a perdonar cualquier pecado que haya en tu vida, solo debes acudir y confesarles tus pecados para que a través de la confesión y el arrepentimiento recibas un nuevo corazón. Con la ayuda de Dios podemos aceptar su gracia y perdón y poner fin a nuestras malas obras. Dios es capaz de quitar tu vergüenza y transformar tu vida para siempre. Todavía hay oportunidad para ti. Confía en su gracia que te sana, libera y salva.
Me gusta esta cita de Phillip Yancey, que dice: “La gracia no depende de lo que hemos hecho por Dios, sino más bien de lo que Dios ha hecho por nosotros”. Este es tu momento, olvida tu pasado, dile adiós a tu vergüenza y abraza la gracia de Dios que te restaura, salva y te liberta. Su gracia es como un río que fluye quitando todo lo sucio, lo feo, y vergonzoso en tu vida. Permite que el poder transformador de Dios se mueva en ti y te lleve hacia un futuro libre de vergüenza y condenación. Su gracia es suficiente, su gracia es todo lo que necesita, porque su gracia es más grande que tu vergüenza.
Sicry Garcia
Referencias: Joyce Meyer, (fragmento del libro si no fuera por la gracia de Dios). Phillip Yancey, (author of what ‘s so amazing about grace) La Biblia versión Reina Valera Revisada(RVR)1960.